Recuerdo claramente (¿quién
no?) todos los tradicionales cuentos infantiles que leí, me leyeron o me
contaron de memoria a lo largo de toda mi vida, principalmente en los primeros
años.
Recuerdo claramente las
aventuras de los protagonistas de estas historias y sobre todo las situaciones
difíciles y crueles que estaban obligados a sortear a lo largo de la narración
o la lectura. Tengo desparramadas en mi mente las imágenes de aquellas
princesas humilladas por madrastras malísimas, padres abandonando
miserablemente a sus hijos en algún bosque o algún sombrío castillo por no
poder darles de comer, encierros inhumanos, animalitos que sufren la
persecución incansable de otras feroces fieras, niños amenazados a ser
devorados por ogros y otros tantos ejemplos dignos de la peor pesadilla… todos
con un común denominador: el sufrimiento.
Paradójicamente todos estos
personajes vienen de una vida feliz; estos cuentos casi siempre (estoy seguro
que es siempre) empiezan así. Todo es luz hasta que de repente algún sombrío
acontecimiento convierte la realidad en la más oscura de todas las noches. Son
días que se vuelven noche; y en este entorno oscuro los protagonistas comienzan
a andar a través de la adversidad. El alivio siempre llega al final, cuando
estos seres maltratados y humillados, luego de tantas desventuras descubren una
serie de valores moral, social y universalmente válidos que los conducen a una
recompensa que puede ser un cofre lleno de oro, el casamiento, una nueva
familia u otras opciones asociadas en el imaginario colectivo a la felicidad. Y
allí termina. Sin más. Dejando a la libre imaginación del receptor como será
esa vida llena de dicha. Esa vida llena de claridad.
Para “Días que fueron Noches”
tomé referencia de algunos ejemplos antes citados, la construcción dramatúrgica
se basó en varios íconos de aquellos cuentos que leí, me leyeron o me contaron
de memoria. Están esos tiempos felices de antaño, está el presente sufrido y el
futuro como siempre incierto. En este caso los valores y sentimientos que
descubren los personajes a lo largo de la historia no tienen la obligación de
conducirlos hacia la tradicional felicidad.
Laura y Thiago son los
protagonistas de este cuento que ocurre en tiempos modernos. Ellos no se conocen entre sí aunque los une un
lazo familiar y un hecho que les oscurece los días a ambos; bajo el mismo techo
se van conociendo y viviendo este melodrama con algunos trazos de thriller
(thriller simbólico criticó oportunamente alguien al leer la obra) y por
supuesto con la presencia de una dicha que no se decide por instalarse plena en
escena.
“Días que fueron Noches” es
una historia breve, una pequeña joya dedicada al entretenimiento del
espectador. Espero puedan disfrutarla.
GUSTAVO LISTA